Breve biografía de Miguel de Cervantes (con vídeo)
Observación: con azul se marcan las locuciones y vocabulario, y con rojo los verbos de pretérito fuerte.
Paradojas de la historia, no sabemos a ciencia cierta[1] el día en que nació el más célebre de nuestros escritores. Sí sabemos, en cambio, la fecha de su bautismo, y a partir de ella es que pudo conjeturarse la fecha de su nacimiento… Fue bautizado un nueve de octubre de 1547, en Alcalá de Henares (su ciudad natal). Se cree entonces que vino al mundo el 29 (veintinueve) de septiembre de dicho año, día de San Miguel, dada la costumbre muy arraigada en la cultura española de ponerles a los niños el nombre del santo del día en que nacían.
Miguel era el cuarto de los siete hijos de un modesto cirujano, Rodrigo Cervantes, y de Leonor Cortinas.
Cursó sus primeros estudios posiblemente en la ciudad de Sevilla o de Córdoba, quizá en alguno de los colegios de los jesuitas, y completó en Madrid, entre 1568 y 1569, sus estudios de humanidades con Juan López de Hoyos, importante gramático y sacerdote madrileño, rector del Estudio de la Villa, quien se referiría a Cervantes como “nuestro amado discípulo”. Conoció al dedillo[2] los escritores clásicos latinos y fue un ávido lector, tanto que se asocia al propio Cervantes aquella frase de El Quijote: “leía incluso los papeles rotos de la calle”. Resulta evidente en las obras de Cervantes su profunda y vasta cultura literaria.
En 1569 se trasladó a Italia, y estuvo a las órdenes del cardenal Julio Aquaviva, a quien sirvió como camarero[3].
De la llamada generación de las armas y las letras, Cervantes fue además de escritor soldado, y así, en 1570, estando en Italia, se alistó en la compañía de Diego de Urbina, a la que pertenecía también su hermano Rodrigo. En 1571 participó en la famosa batalla de Lepanto, librada entre algunos de los estados cristianos europeos, bajo las órdenes de Juan de Austria, y los turcos. Allí Cervantes luchó heroicamente, pues a pesar de haber sido eximido de participar en el conflicto por unas fiebres, no quiso dejar de luchar en la que él mismo describiría como “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. Sufrió en la batalla tres impactos de arcabuz, dos en el pecho y uno en la mano izquierda; de ahí el apodo con el que pasó a la posteridad: “el manco de Lepanto”. El brazo le quedó tullido[4], inmovilizado para el resto de su vida.
Participó después en otras campañas militares en distintos puntos del Mediterráneo y residió en varias ciudades italianas. Su estancia en Italia le ofreció abundante material para sus novelas; algunas de ellas recrean las ciudades y lugares de la bella península, como El curioso impertinente o El licenciado Vidriera.
En 1575, cuando él y su hermano regresaban a España en la galera Sol, y ya muy cerca de las costas de su patria, cayeron en poder de piratas berberiscos[5], y creyendo que Cervantes era un personaje notable (pues llevaba cartas de recomendación de Juan de Austria), pidieron por él una elevada suma de dinero, 500 escudos de oro, cantidad que reunieron con mucho sacrificio la madre y la hermana del escritor y los padres trinitarios, miembros de una orden que se dedicaba en la época a rescatar cautivos.
Cervantes estuvo en el cautiverio en Argel durante cinco largos y azarosos años, durante los que, junto con otros cautivos, intentó escapar varias veces. En los intentos de fuga Cervantes siempre se declaró único responsable para proteger a sus compañeros. Prefirió, también heroicamente, que su hermano Rodrigo fuera rescatado antes que él. La ansiada libertad solo llegaría en 1580, cuando los padres trinitarios lograron por fin reunir los 500 escudos de oro.
Regresó entonces a su patria, en la que vivió acuciado por penurias económicas. Se desempeñó, en general, en modestos oficios, si bien siempre buscó con ahínco un cargo que lo sacara de la miseria y las deudas.
En 1584 Cervantes contrajo matrimonio con la joven toledana Catalina Palacios Salazar, de la que no tuvo descendencia.
Durante estos años, Cervantes trabajó en Andalucía como proveedor de la Armada Invencible (la flota del rey Felipe II) y recaudador de impuestos, lo que le permitió conocer la vida rural de la región, personas, costumbres y ambientes que inspirarían gran parte de su obra. Por otro lado, su vida de penuria no le dio tregua y en dos ocasiones al menos (1597 y 1602) estuvo en la cárcel por deudas. Precisamente en una celda “nació” su personaje más importante, don Quijote, como el autor confiesa en el prólogo de la primera parte: “[El Quijote] se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido tiene su habitación”.
Aunque su vocación literaria fue temprana, su mayor producción se concentró entre los años 1603 y 1616, es decir desde que se trasladó a la ciudad de Valladolid hasta su muerte. Su obra maestra, El Quijote, fue publicada en dos partes, en 1605 y en 1615, respectivamente; y el libro refleja muchas de las experiencias vitales del autor, así como sus sueños y sus ideales. Además de El Quijote, escribió una serie de novelas que por sí solas le hubieran dado fama universal: las novelas ejemplares (El licenciado Vidriera, La gitanilla, El coloquio de los perros, etc.). También compuso poesía y teatro, si bien su producción dramática quedó eclipsada en la época por el célebre Lope de Vega, el Shakespeare español. No obstante, Cervantes se destacó por sus graciosos entremeses[6], verdaderas obras maestras. Por otra parte, su faceta dramática y poética están presentes de algún modo en El Quijote.
Falleció en Madrid el 22 de abril de 1616, es decir, tan solo un año después de haber publicado la segunda parte de El Quijote, a la edad de 68 años. Sus restos descansan en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, donde nuestro autor quiso ser enterrado.
El Quijote fue la primera novela moderna e influyó sobre toda la narrativa posterior; obra universal, en la que la humanidad, con sus grandezas y miserias, ha quedado retratada para siempre. Cervantes, narrador consumado y consciente de los recursos del arte literario, da vida a una especie de alter ego, don Quijote, espejo de su vida heroica y novelesca, de su sabiduría, de su visión del mundo… Según Azorín, en El Quijote ha quedado la huella[7] inconfundible de la personalidad de Cervantes. Y la lengua española, en la pluma cervantina, muestra toda su exuberancia y su caudal en una época de grandísimos escritores. Su brillante uso del idioma, los muchos registros y estilos que adopta el autor, su riquísimo vocabulario, sus giros, sus imágenes, sus incontables dichos contribuyen a que tengamos la impresión de que toda la lengua está contenida en su obra inmortal… la lengua española, la lengua de Cervantes.
Para finalizar, citamos al estudioso y crítico Marcelino Menéndez y Pelayo, quien afirmó sobre la obra más importante de Cervantes:
“[...] constituye el Quijote una nueva categoría estética, original y distinta de cuantas fábulas ha creado el ingenio humano; una nueva casta de poesía narrativa no vista antes ni después, tan humana, trascendental y eterna como las grandes epopeyas, y al mismo tiempo doméstica, familiar, accesible a todos, como último y refinado jugo de la sabiduría popular y de la experiencia de la vida".
[1] Con exactitud, con precisión.
[2] Profundamente, exhaustivamente.
[3] Criado personal de mucha distinción.
[4] Sin capacidad de movimiento.
[5]Natural de Berbería, región de África.
[7] Señal que deja el pie del hombre o del animal por el suelo donde pasa [pegada] (DLE).