quinta-feira, 24 de maio de 2018

Diferentes usos del subjuntivo en español y en portugués


No siempre se emplea de la misma manera el modo subjuntivo en portugués y en español. La principal diferencia se produce en el uso del futuro (simple y compuesto) del subjuntivo, muy habitual en portugués y muy poco frecuente en el español actual (suele aún emplearse, por ejemplo, en el ámbito jurídico). 

Veamos entonces, en primer lugar, qué tiempos y modos se emplean en español en lugar del futuro del subjuntivo del portugués.

Futuro del subjuntivo en portugués > presente del indicativo en español

a) En oraciones condicionales introducidas por si (se), en las que en portugués se utiliza el futuro del subjuntivo (subordinada), en español se emplea, comúnmente, el presente del indicativo. Por ejemplo:

>Se você quiser, tomamos um café / Si quieres, tomamos un café. 
>Se tiver tempo, leia o livro que lhe recomendei / Si tienes tiempo, lee el libro que te recomendé.
>Se você não melhorar, teremos de levá-lo ao médico / Si no mejoras, tendremos que llevarte al médico. 

Futuro del subjuntivo en portugués > presente del subjuntivo en español

b) Las oraciones subordinadas introducidas por cuando, mientras (enquanto), tan pronto como (assim que), a medida que, después (de) que (entre otros adverbios, locuciones y conjunciones), que en portugués se utilizan con el fut. del subjuntivo, en español se construyen con el presente del subjuntivo. Por ejemplo:

assim que / tan pronto como, ni bien (o no bien)
>Assim que o senhor estiver pronto, sairemos / Ni bien esté usted pronto, salimos/saldremos.

depois que / después de que
>Depois que a água estiver fervendo, ponha as batatas / Después de que el agua hierva, pon las patatas/papas. 

quando / cuando
>Venha visitar-me quando quiser / Ven a visitarme cuando quieras.

c) Lo mismo ocurre con como ('del modo que'), cuanto ('todo lo que'), lo que (o que), lo mejor que (o melhor que), que en portugués se construyen a menudo con el futuro de subjuntivo, pero no en español. Observa los ejemplos:

como / como (da forma que / de la forma que, etc.)
>Ajude como puder / Ayuda como puedas

quanto / cuanto
>Caminhe quanto puder / Camina cuanto puedas/todo lo que puedas.

o que / lo que 
>Aceite o que ele lhe der / Acepta lo que él te .

o melhor que / lo mejor que
>Faça o desenho o melhor que puder / Haz el dibujo lo mejor que puedas





Cuando en portugués se emplea el presente o el imperfecto del subjuntivo, en general, hay una correspondencia de modo y tiempo en las dos lenguas (salvo cuando se emplea aunque [embora, ainda que] en español, que admite tanto el subjuntivo como el indicativo: Aunque llueve [pres. del indicativo], iré a verte.). Observa en el siguiente cuadro las diferencias y coincidencias en el uso del subjuntivo en las dos lenguas:  

Portugués                                                                 Español
Futuro de subjuntivo

Se ele estudar, vai conseguir a bolsa.

Se você disser que sim, vou ficar feliz.


Se vocês quiserem vir, é só ligar.

Presente de indicativo

Si (él) estudia, obtendrá la beca. 
Si me dices que sí, me pondré muy contenta.

Si quieren venir, no tienen más que llamarme.


Se eles preferirem passear, vamos ao parque.


Si (ellos) prefieren pasear, vamos al parque.

Presente de subjuntivo

Quando você estudar, sua vida será
diferente.
Cuando (tú) estudies, tu vida será diferente.  

Assim que Jorge chegar, prepare o café, por favor.



Ni bien llegue Jorge, prepara el café, por favor.  


Imperfeito de subjuntivo

Se você estudasse, sua vida seria diferente.

Ainda que quisessem, não poderiam vir.  / Mesmo que quisessem...


Se não necessitasse trabalhar hoje, iria à sua casa.

Era o tipo de pessoa que, ainda que estivesse triste, nunca o demonstrava.
Imperfecto de subjuntivo

Si (tú) estudiases, tu vida sería diferente.

Aunque quisiesen, no podrían venir. / Aun cuando quisieran…


Si hoy no necesitase trabajar, iría a tu casa.

Era la clase de persona que, aunque estuviese triste, nunca lo demostraba.





João passava horas na casa da Maria e, embora naqueles dias estivesse triste, não o demonstrava.


Embora se esforçasse por mudá-lo, não o conseguia.  
Imperfecto de indicativo  o (con valor de hipótesis, de posibilidad) el imperfecto del subjuntivo

Juan pasaba horas en la casa de María y, aunque en aquellos días estaba triste, no lo demostraba.



Aunque se esforzaba en cambiarlo, no lo lograba.
Presente de subjuntivo 

Minha prioridade é que eles sejam felizes.

Talvez seja melhor deixar o tema.

Caso você veja a placa, pare.


Caso eles partam amanhã, avise-me, por favor.
Presente de subjuntivo 

Mi prioridad es que ellos sean felices.  


Quizá sea mejor dejar el tema.  

En caso de que veas el cartel, detente/para. 
  
En caso de que (ellos) partan mañana, avísame, por favor.



domingo, 6 de maio de 2018

Toponimia (I). Uruguay


Por Virginia Elena Hernández

Cuenta la leyenda que los hermanos gemelos Tupí y Guaraní, cansados de las desavenencias entre sus mujeres, decidieron separarse: Tupí permaneció en territorio brasileño; Guaraní se dirigió hacia el sur. Lo cierto es que, partiendo de algún lugar incierto en el corazón de la selva amazónica –para muchos situado en las cercanías del río Madeira–, los hablantes del enorme tronco de lenguas tupí-guaraní se extendieron por Brasil, Paraguay, Bolivia, norte de Argentina y Uruguay. Profundos conocedores de los secretos de la selva y los bosques, alcanzaron zonas tan alejadas como las estribaciones de los Andes, las islas del Caribe o el delta del Paraná. Infatigables caminantes en busca de la mítica tierra dorada donde nace el sol –la tierra sin mal–, abrieron senderos tan sugestivos como el Camino de los Guaraníes, también conocido como Camino del Peabirú, reflejo terrestre de la Vía Láctea (el Camino Eterno o Camino del Tapir, para los guaraníes), que, de los Andes al océano Atlántico, se extendía por tres mil kilómetros. Amén de un riquísimo y antiquísimo folclore, en el que descuellan mitos como el del Curupí entre los guaraníes (Curupira entre los tupíes), el de la flor del ceibo, el del Aho Aho o el del colibrí, nos legaron una toponimia tan abundante como poética.

    Entre estos topónimos, se encuentra el nombre del país Uruguay, el cual proviene de un hidrónimo (nombre de río). En cuanto a su etimología, se aventuran varias hipótesis: según el naturalista español Félix de Azara, el topónimo procede de un ave llamada ‘urú’ (Odontophorus capueira), ‘gua’ (lugar, país) e ‘î’ (agua), es decir, «río del país del urú»); para otros, proviene de ‘uruguá’, caracol, e ‘î’, agua, o sea, «río de los caracoles»; muy bellamente concibió su nombre el poeta de la patria, Juan Zorrilla de San Martín, para quien Uruguay significaba «el país de los pájaros pintados». 


    El elemento “î” (agua) se repite en una multitud de topónimos (Aceguay, Queguay, Paraguay, Arapey, Gualeguaychú, etc.), lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que los guaraníes y tupíes se desplazaban siguiendo el curso de los ríos y arroyos, los cuales iban nombrando a su paso, a lo largo y ancho de un continente pródigo en ellos. 


    En Uruguay –esa tierra purpúrea que cantara el escritor William Henry Hudson (1885); una tierra de pájaros, de playas, de ríos; de jacarandás, de ceibos, de ombúes–, los guaraníes, quienes conciben la tierra como un cuerpo adornado, dejaron topónimos tan evocadores como Aceguá («cueva de los llantos»), Guazunambí («orejas de venado») o Batoví («pezón de india joven»).

























sábado, 5 de maio de 2018

Tres sapos literarios: Rinrín Renacuajo, Mr. Toad y Saltoncito


 Por Rosa C. Elena

Desde la Antigüedad, los más célebres batracios literarios, los sapos y las ranas, han sido protagonistas de toda clase de obras; de las más cultas y elaboradas a las más populares y sencillas; de la erudita poesía grecolatina a las ingenuas canciones infantiles… Basta recordar algunos de los textos que han salido de la pluma de grandes escritores de todos los tiempos, como La Batracomiomaquia, de Homero, una parodia épica en la que se desata una batalla entre ratones y ranas; las célebres fábulas de Esopo protagonizadas por estos simpáticos personajes o, ya en los siglos XIX y XX, los cuentos vivaces, humorísticos y formativos de Fernán Caballero o las entrañables historias de Mr. Jeremy Fisher, de Beatrix Potter. Las ranas también han sido personajes esenciales en la literatura de tradición oral y folclórica, especialmente en las canciones infantiles y en los cuentos de hadas. ¡Cuántas veces no nos habremos topado con una rana encantada en estas viejas historias! Una rana en la que se oculta un príncipe o un rey…


     En el siglo XIX, Rafael Pombo (Colombia, 1833-1912), autor de numerosos poemas infantiles (entre ellos, los célebres La pobre viejecita, Mirringa Mirronga, Juaco el ballenero, etc.), inspirándose en una canción inglesa (A Frog He Would A-Wooing Go), escribe El renacuajo paseador (incluido en el libro Cuentos pintados), cuento-poema que narra la malograda aventura de Rinrín, renacuajo muy pícaro, imprudente y elegante. Rinrín desobedece a su madre, quien le aconseja que no salga de casa, y decide visitar a Ratona –en cuya casa habrá música, jolgorio y cerveza–. En medio de la animada reunión, aparecen los hambrientos felinos de los que Rinrín, milagrosamente, logra escapar, pero en el camino de vuelta –seguramente saltando y saltando y mirando hacia atrás– lo pilla un pato «tragón».
    Esta es una de las tantas historias que Pombo nos narra en verso y en la que se destacan sus cualidades características: humor, ritmo y musicalidad, graciosas y ocurrentes imágenes, léxico exuberante y, por supuesto, una pequeña moraleja escondida. He aquí algunas estrofas del poema:

EL RENACUAJO PASEADOR

El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo,
Salió esta mañana muy tieso y muy majo
Con pantalón corto, corbata a la moda,
Sombrero encintado y chupa de boda.
«¡Muchacho, no salgas!» le grita mamá,
Pero él le hace un gesto y orondo se va.

Halló en el camino a un ratón vecino,
Y le dijo: «¡Amigo! venga usted conmigo,
«Visitemos juntos a doña Ratona
«Y habrá francachela y habrá comilona.»

A poco llegaron, y avanza Ratón,
Estírase el cuello, coge el aldabón.
Da dos o tres golpes, preguntan: ¿«Quién es?»
«—Yo, doña Ratona, beso a usted los pies.»

«¿Está usted en casa?» —«Sí, señor, sí estoy
«Y celebro mucho ver a ustedes hoy;
«Estaba en mi oficio, hilando algodón,
«Pero eso no importa; bien venidos son.»

 Se hicieron la venia, se dieron la mano,
Y dice Ratico, que es más veterano:
«Mi amigo el de verde rabia de calor,
«Démele cerveza, hágame el favor.»
[…]

    Les recomendamos sobre todo la lectura de Cuentos pintados y Cuentos morales para niños formales, dos de los libros más valiosos y originales de la literatura infantil en lengua española. Aquellos que quieran conocer en profundidad la obra de Pombo para niños encontrarán en internet su libro Fábulas y verdades, cuarto volumen de sus obras completas (http://scans.library.utoronto.ca/pdf/4/9/fabulasyverdades00pombuoft/fabulasyverdades00pombuoft_bw.pdf) que reúne toda su producción infantil, además de un interesante apéndice en el que Pombo expone algunas ideas sobre arte y educación, y un original abecedario.

Mr. Toad

    No se puede hablar de sapos literarios sin mencionar al famosísimo Mr. Toad (Sapo, en español), personaje de un libro clásico de la literatura inglesa, The Wind in the Willows (El viento en los sauces), escrito por el escocés Kenneth Grahame (1859-1932), y que guarda ciertas semejanzas con Rinrín. Mr. Toad es el más singular y divertido de un grupo de amigos animales (Tejón, Ratita, Topo y Nutria) que habitan en un lindísimo rincón campestre de Inglaterra. Es un sapo aristocrático, refinado, elegante, impulsivo, fascinado por el progreso (los coches, en particular) y siempre está pronto para meterse en líos. Desoye los sabios y prudentes consejos de sus amigos, especialmente de Tejón. Su ciega fascinación por los coches lo lleva a «tomar prestado» y probar uno que se encontraba estacionado en una posada y, por ello, acaba en prisión. La hija del carcelero se apiada de él y, disfrazándolo de lavandera, lo ayuda a escapar… Esta es una de las peripecias de Sapo, que salta de una aventura a otra hasta volver a su magnífica mansión… aunque todo indica que pronto volverá a dar dolor de cabeza a sus amigos.


    He aquí un fragmento del divertido diálogo entre Sapo (que siempre está dispuesto a reconocer sus errores) y la bondadosa hija del carcelero:

    «Una mañana la chica estaba muy pensativa, y contestaba distraída, y al Sapo le pareció que no prestaba bastante atención a sus graciosas palabras e ingeniosos comentarios. Por fin la muchacha le dijo:
    —Sapo, escúchame, por favor. Tengo una tía que es lavandera.
   —Bueno, qué se le va a hacer —le contestó condescendiente el Sapo—. No pienses más en ello. Yo tengo algunas tías que deberían de ser lavanderas.
  —Cállate un momento, Sapo —dijo la niña—. Tu peor defecto es que hablas demasiado. Estoy intentando pensar y me estás levantando dolor de cabeza. Como te iba diciendo tengo una tía que es lavandera. Ella es la que lava la ropa de los prisioneros... Tratamos de que todos los negocios del castillo se queden en familia, ¿entiendes? Recoge la ropa sucia el lunes por la mañana y la trae limpia el viernes por la tarde. Hoy es jueves. Se me ha ocurrido una idea: tú eres muy rico..., por lo menos, eso es lo que me cuentas siempre..., y ella es muy pobre. Un par de libras no te suponen ninguna diferencia, pero a ella sí. A mí me parece que, si se le hace una buena oferta […], podrías llegar a un acuerdo para que ella te deje su ropa y su cofa, y te podrías escapar del castillo vestido de lavandera oficial. Al fin y al cabo, os parecéis mucho... tenéis el mismo tipo.
    —Lo dudo mucho —dijo el Sapo ofendido—. Yo tengo muy buen tipo, teniendo en cuenta lo que soy
  —Mi tía también —contestó la niña—, teniendo en cuenta lo que es. Pero haz lo que quieras. Eres un animal horrible, vanidoso y desagradecido. ¡Yo sólo quería ayudarte porque me dabas pena!
  —Sí, sí, claro. Muchas gracias —dijo el Sapo apresuradamente—. ¡Pero escucha! ¡No supondrás que el señor Sapo, de la Mansión del Sapo, salga vestido de lavandera!
  —¡Entonces el señor Sapo se puede quedar aquí! —dijo enfadada la niña—. ¡Me supongo que querrás marcharte en carroza!
   El honrado Sapo estaba siempre dispuesto a reconocer sus errores.
   —Eres una chica buena e inteligente —le dijo—, y yo, un Sapo vanidoso y estúpido. Si eres tan amable, preséntame a tu tía, y estoy seguro de que la excelente dama y yo llegaremos a un acuerdo».
   (Fragmento tomado del siguiente enlace:

Saltoncito

    Menos conocido –o quizá injustamente casi desconocido– es el personaje del uruguayo Francisco Espínola (1901-1973), Saltoncito, uno de los héroes más entrañables y nobles de la literatura infantil. Sus aventuras se narran en la novela Saltoncito, de 1930, y es una de esas obras que todos los niños –y los grandes– deberían leer alguna vez. Clásica, de enorme calidad literaria, llena de preciosas lecciones para la vida, es quizá el texto más profundo y formador de los protagonizados por animales; en él se amalgaman de modo admirable el arte y el contenido ético, la belleza, la poesía, la aventura y la ternura. Al contrario de Rinrín o el sapo aristócrata, Saltoncito es un humilde sapo que vive con sus padres en el charco. Es, también a diferencia de los otros sapos, dócil, ingenuo y, sobre todo, tiene un gran corazón. Su salida al mundo, su abandono del charco, se debe a un acto de nobleza y generosidad. Un día su padre desaparece misteriosamente sin que nadie pueda imaginar dónde ni con quién está. Saltoncito, al ver que el tiempo pasa y al encontrar tantas veces a su madre «muy triste, con la vista perdida en los campos y los ojos velados por las lágrimas», decide aventurarse más allá del charco para encontrar una posición que le permita ayudarla… Pero, después de numerosas aventuras y pruebas –también va a parar a una mazmorra, aunque injustamente–, encuentra mucho más de lo que espera… Ya lo decía el patriarca de los sapos: «Saltoncito llegará lejos, muy lejos…».


     Además del impecable estilo de Espínola y el interés narrativo que su obra despierta desde la primera página, son un hallazgo los nombres de los personajes –otros animalitos–: Glu-Glu, el sapo patriarca; Cabeza Giratoria, la lechuza; Ojos de Chispa, la víbora… Por todo ello, esta novela clásica es una deliciosa lectura de la que podrán disfrutar niños y adultos. Les dejamos aquí un fragmento de la obra: [observen que el español de la época de Espínola presenta algunas diferencias con respecto al español actual, como, por ejemplo, el uso enclítico de los pronombres]. 

    «A raíz de su desaparición [del padre de Saltoncito] corrieron varios rumores por el charco: alguien afirmó que Ojos de Chispa, la gran víbora que vivía cerca del bosque, se lo había devorado; otro trajo la noticia de que fue visto entre las rocas del arroyo, y el anciano Glu-Glu, el Patriarca, supo que Cabeza Giratoria, la lechuza, estuvo con él conversando en el llano…
     Pero lo cierto es que se fue el invierno y vino la primavera sin que Mángoa, la esposa del desgraciado sapo, ni Saltoncito, su hijo, volvieran a verlo más.
    Mángoa resignóse en su triste suerte y se dedicó a la buena crianza de Saltoncito. Todas las tardes llevábalo a tomar aire conduciéndolo hasta unas rocas desde donde se veían los verdes campos. Y, mientras ella, sacando su cesta de costura, se ponía a repasar la ropa, Saltoncito brincaba entre las pedrezuelas y las hierbas bajo los tibios rayos del sol.
  Muchas veces, al volver de sus correrías, encontraba a su madre muy triste, con la vista perdida en los campos y los ojos velados por las lágrimas. Saltoncito, comprendiendo el motivo de su pena, se trepaba a las rodillas de su madre y la besaba.
  Por no disgustarla se comportaba muy bien y le ahorraba las tareas que podía. A riesgo de que no lo creáis, os digo que él mismo se lavaba y se vestía, y que fue muy feliz cuando consiguió hacerse solo el lazo de la corbata.
[...]
    Llegó el invierno. Apenas si algún pájaro atravesaba el aire, triste y silencioso. La pradera había perdido sus hijas, las flores y, por consolarla, la lluvia tendía alfombritas de charcas, donde posasen sus delicados pies las estrellas que bajaban a engañar piadosamente a la madre.
   Saltoncito salía solo por los campos y cuando regresaba a su casa, toda la melancolía de la Naturaleza parecía inundar su corazón.
   “Esto que ves no es nada comparado con el resto del mundo”, –habíale dicho en cierta ocasión el anciano Patriarca–. “Cuando yo era joven conocí a un sapo de mucho mundo, hijo mío, y le oí contar cosas maravillosas: Reinos inmensos y riquísimos, con ciudades más grandes que cien charcos de éstos, juntos; palacios de piedras preciosas y de oro; reyes poderosos”.
   Y en el alma de Saltoncito nació e iba creciendo, hasta empujarlo, el deseo de abandonar la comarca y salir por el mundo.
   ¿Por qué no podría encontrar una hermosa ciudad donde trabajar conquistándose una holgada posición que le permitiera llevar con él a su madre y librarla de los continuos sobresaltos experimentados durante el verano, cuando la charca se seca hasta casi desaparecer?».
   (Fragmento tomado de:

DIEZ LOCUCIONES CON EL VERBO IR