sexta-feira, 27 de julho de 2018

Círculo, un entrañable poema de Julio Barrenechea


Ideas didácticas: con este poema puedes trabajar la familia en español o los diferentes tipos de asentamientos humanos (aldea, pueblo, poblado, villa, ciudad, lugar [poblado], etc.).




Círculo
Julio Barrenechea (Chile, 1910-1979)

Mi abuela es pequeña y distante,
llena de asuntos lejanos.
Situada al fin de muchos años
en el comienzo de mi padre.

Es pequeña como una aldea,
y desde ella mi padre un día
salió con su atado de música
a andar por la vida del mundo.

Mi padre fue de pueblo en pueblo,
fue por las ciudades, buscándome,
hasta divisarme escondido
bajo los ojos de mi madre.

Al fondo de sus ojos claros
estaba yo, como un guijarro.

Y mi padre, con el más tierno
de los esfuerzos de su vida,
me sacó a sufrir y a jugar
con los otros niños del mundo.

Y un día mi padre partió
hacia la tierra del silencio.
Llevaba los ojos cerrados
y en las manos un frío intenso.

Y la abuela ha permanecido
como una cosa de otra vida.
Pequeña aldea que visito
para soñar frente a sus ruinas.

Pequeña aldea del recuerdo,
donde reviven cosas muertas.
Yo soy mi padre para ella,
mi padre que ha dado una vuelta.




Tomado de:

quarta-feira, 25 de julho de 2018

Santiago (balada ingenua) de García Lorca







I

Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cauce sereno.

¿Dónde va el peregrino celeste
por el claro, infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo.

¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas el viento!

Dice un hombre que ha visto a Santiago
en tropel con doscientos guerreros.
Iban todos cubiertos de luces,
con guirnaldas de verdes luceros,
y el caballo que monta Santiago
era un astro de brillos intensos.

Dice el hombre que cuenta la historia
que en la noche dormida se oyeron
tremolar plateado de alas
que en sus ondas llevóse el silencio.

¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas el viento!

¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas el viento!

–Madre abuela, ¿cuál es el camino,
madre abuela, que yo no lo veo?

–Mira bien y verás un cinta
de polvillo harinoso y espeso,
un borrón que parece de plata
o de nácar. ¿Lo ves?
–Ya lo veo.

–Madre abuela, ¿dónde está Santiago?
–Por allí marcha, con su cortejo,
la cabeza llena de plumajes
y de perlas muy finas el cuerpo,
Con la luna rendida a sus plantas,
con el sol escondido en el pecho.

Esta noche en la vega se escuchan
los relatos brumosos del cuento.

¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas el viento!

II

Una vieja que vive muy pobre
en la parte más alta del pueblo,
que posee una rueca inservible,
una Virgen y dos gatos negros,
mientras hace la ruda calceta
con sus secos y temblones dedos,
rodeada de buenas comadres.

Y de sucios chiquillos traviesos,
en la paz de la noche tranquila,
con las sierras perdidas en negro,
va cantando con ritmos tardíos
la visión que ella tuvo en sus tiempos.

Ella vio una noche lejana
como esta, sin ruidos ni vientos,
al Apóstol Santiago en persona,
peregrino en la tierra del cielo.

–Y, comadre, ¿cómo iba vestido?
–La preguntan dos voces a un tiempo–.

–Con bordón de esmeraldas y perlas
y una túnica de terciopelo.

Cuando hubo pasado la puerta,
mis palomas sus alas tendieron,
y mi perro, que estaba dormido,
fue tras él sus pisadas lamiendo.

Era dulce el Apóstol divino,
más aún que la luna de enero.
A su paso dejó por la senda
un olor de azucena y de incienso.

–Y, comadre, ¿no le dijo nada?
–La preguntan dos voces al mismo tiempo–.

–Al pasar me miró sonriente
y una estrella dejóme aquí dentro.

–¿Dónde tienes guardada esa estrella?
–La pregunta un chiquillo travieso–.

–¿Se ha apagado –dijéronle otros–
como cosa de un encantamiento?

–No, hijos míos, la estrella relumbra,
que en el alma clavada la llevo.

–¿Cómo son las estrellas aquí?
–Hijo mío, igual que en el cielo.

–Siga, siga la vieja comadre.
¿Dónde iba el glorioso viajero?

–Se perdió por aquellas montañas
con mis blancas palomas y el perro.
Pero llena dejóme la casa
de rosales y de jazmineros,
Y las uvas verdes de la parra
maduraron, y mi troje lleno
encontré la siguiente mañana.
Todo obra del Apóstol bueno.

¡Grande suerte que tuvo, comadre!
–Sermonearon dos voces a un tiempo -.

Los chiquillos ya dormidos
y los campos en hondo silencio.

¡Niños chicos, pensad en Santiago
por los turbios caminos del sueño!

¡Noche clara, finales de julio!
¡Ha pasado Santiago en el cielo!

La tristeza que tiene mi alma,
por el blanco camino la dejo,
para ver si la encuentran los niños
y en el agua la vayan hundiendo,
para ver si en la noche estrellada
a muy lejos la llevan los vientos.

Breve historia del Camino de Santiago


Con razón el Camino de Santiago ha sido llamado “Calle Mayor[1] de Europa”, ya que desde la Edad Media millones de peregrinos, provenientes de todos los rincones[2] del viejo continente, han trazado y transitado las múltiples arterias, los diversos caminos que los han llevado al norte de España, concretamente a la tumba del apóstol Santiago el Mayor o Santiago de Zebedeo, en la espléndida catedral de Santiago de Compostela, antigua ciudad de Galicia.




Veamos por qué y de qué modo han surgido los distintos caminos del llamado Camino de Santiago…

Según la tradición, el apóstol Santiago el Mayor, patrono[3] de España y de varias ciudades hispanoamericanas, fue quien evangelizó la antigua Hispania (que comprendía entonces España y Portugal) después de la muerte de Cristo; y se cree, con base en diversos estudios y en no pocos documentos de historiadores y santos antiguos, que sus restos descansan actualmente en Galicia, al noroeste de España. La presencia del apóstol en las tierras de la Península también se vincula a la Virgen del Pilar y a la antigua ciudad romana Caesaraugusta (actual Zaragoza), a orillas del Ebro; es decir, tiene raíces muy hondas en la historia de España. La tradición señala que la Virgen, estando aún viva, se le apareció a Santiago sobre un pilar de un mármol de origen foráneo[4] en Caesaraugusta. Este pilar se conserva aún en la basílica de Zaragoza y ha sido tocado y venerado por innúmeros peregrinos a lo largo de la historia. (Por esta primitiva advocación mariana es que muchas españolas e hispanoamericanas han recibido el nombre de Pilar).  


   
Si bien durante los siglos VII y VIII diversos textos ya dan noticia del sepulcro del apóstol, el hallazgo[5] de los restos de Santiago se produce recién en el siglo IX. Lo descubrió, según una antigua tradición, un ermitaño[6] llamado Pelayo, quien durante varias noches fue testigo[7] de un misterioso fenómeno que se produjo en el bosque Libredón (en la actual Santiago de Compostela). Vio en aquel lugar, en torno a un pequeño monte, una especie de lluvia de estrellas, una extraña luminosidad que nunca había contemplado antes (algunos creen que el topónimo Compostela está relacionado con este episodio; así, el nombre Campus Stellae [literalmente “campo de estrellas”] habría dado origen a Compostela). Creyendo que el fenómeno podría encerrar alguna señal divina, Pelayo le comunicó su visión al entonces obispo de la cercana e importante localidad de Iria Flavia, Teodomiro. El obispo se trasladó[8] al lugar con su séquito[9] y, además de presenciar el misterioso fenómeno, encontraron el antiguo sepulcro oculto en el bosque. Los restos de Santiago estaban, según se cree, junto a los de sus discípulos Teodoro y Atanasio (también hoy en la catedral de Santiago).  
     
Teodomiro, a su vez, dio noticia de este hecho al rey astur[10] Alfonso II, uno de los reyes más importantes de su tiempo, quien “peregrinó” hasta el lugar y mandó construir la primera iglesia que cobijaría[11] las reliquias del santo. Tras sucesivas construcciones –y después de la destrucción de la iglesia prerrománica, llevada a cabo por orden del canciller musulmán Almanzor–, en 1075, durante el reinado de Alfonso VI, se inician las obras de la actual catedral compostelana.   


   
Muchos caminos, desde el hallazgo del sepulcro, comienzan a extenderse en España y Europa, y el flujo de peregrinos supone también un impacto cultural, sobre todo en la zona norte de España, donde se abre y se ensancha el más famoso y conocido de todos los caminos, el Camino Francés (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco) o el Camino del Norte, que atraviesa parajes[12] de una belleza única. Hay, en realidad, una infinidad de caminos trazados por siglos de fe y devoción, infinidad de huellas[13] en caminos de tierra o en las antiguas vías romanas, en aquellas arterias que comunicaban entre sí los remotos poblados. Es que Santiago, junto a Roma y Jerusalén, es uno de los grandes centros de peregrinación católica mundial. Y a la experiencia religiosa se suma, además, el encuentro de un entorno y una cultura milenarios, la belleza de los paisajes, los bosques, la arquitectura medieval, las posadas mágicas, los puentes de piedra y los pueblos encantados…   



[1] En España, la calle más importante o la principal en torno a la cual se edificaba y extendía una ciudad (se ubican con frecuencia en los cascos históricos).
[2] “Cantos, lugares afastados”.
[3] “Padroeiro”.
[4] Que procede de outro lugar; extraño, extranjero.
[5] “Descoberta”, “achado”.
[6] “Eremita”.
[7] “Testemunha”.
[8] “Deslocou-se”.
[9] Autoridades que lo acompañaban, “comitiva”.
[10] De Asturias, España.
[11] Guardaría, abrigaría, albergaría.
[12] Lugar, sitio...
[13] “Pegadas”.

sexta-feira, 20 de julho de 2018

El dolor como fuente de inspiración literaria y el soneto "1964" de Jorge Luis Borges


En un texto escrito hace más de dos mil años –pero de una abrumadora[1] actualidad–, decía Aristóteles que el poeta trágico “al componer la fábula [la historia, la trama de la obra], […] debe asumir también, en cuanto sea posible, las actitudes de sus personajes, pues […] mueven más los ánimos aquellos que están apasionados, y con mayor realismo agita el que está agitado, y enoja el que está enojado. El arte de la poesía es, pues, propio de los que se encuentran exaltados o de los ingeniosos; estos son aptos para imaginar; aquellos propensos al éxtasis poético” [2].


    En el caso de la poesía lírica, aquella que descubre los sentimientos y los estados de ánimo del “yo lírico” (y, detrás de él, muchas veces los del poeta), la "pena literaria" resulta no solo más fácil de “ser asumida o vivida” –pues nace muchas veces de un sentimiento real, verdadero, de alguna experiencia vital que el poeta recrea o transforma o vierte en la creación tal como la ha vivido realmente–, sino que además tantas veces es el motivo de la inspiración, la razón misma de la creación literaria, quizá una forma de catarsis[3]... Difícil es determinar el grado de verdad, de sinceridad, de correspondencia entre la experiencia vital y la literatura; saberlo resultaría un dato enriquecedor, sin duda, pero extraliterario al fin y al cabo[4]. Sin embargo, a nadie se le escapa[5] que muchos de los mejores textos de la literatura universal de todos los tiempos se han nutrido del dolor, del desengaño, del desamor, de una profunda pena. Se diría que la pena es terreno fertilísimo en la literatura, especialmente en la poesía; porque existe, además, un mecanismo de consolación en la creación literaria, de catarsis, como decíamos antes (de la que también hablará Aristóteles, aunque aplicada no al poeta sino al público).
    Así tenemos, por ejemplo, esa obra enorme que son las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique, del siglo XV, nacida del dolor de una pérdida particular y personal que, no obstante, el poeta transforma en un texto universal, en bellísimas reflexiones sobre lo efímero, la muerte, el valor del tiempo, etc.  En el Siglo de Oro de la literatura española, Cervantes nos da con el El Quijote aquella carta de amor en la que se manifiesta el desgarro[6] del corazón del protagonista por la ausencia de la amada, es decir, tenemos una sentida misiva del Quijote a Dulcinea, carta que Pedro Salinas ha llamado el más bello texto de amor escrito en lengua española. Comienza con aquella inolvidable frase: “El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón[7], dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene”. Aunque se trate de una pura ficción, incluso dentro de la ficción de la obra, pues Dulcinea como tal existe solo en la mente del personaje, el amor y el dolor son auténticos en el personaje y, por eso mismo, como diría Aristóteles, nos conmueven.     
    Más tarde, en el siglo XIX, Gustavo Adolfo Bécquer, que es, en cierto sentido, el prototipo de la poesía de la no correspondencia amorosa, escribe una de las páginas más recordadas y entrañables[8] de toda la literatura española, Volverán las oscuras golondrinas, cuyo tema es el desamor, la no correspondencia. Y en el siglo XX, Pablo Neruda dice en un majestuoso verso alejandrino[9]: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”, porque ha perdido (afectivamente, por una ruptura) a la mujer amada.
    Se suma a estos y muchos otros ejemplos de la mejor literatura española inspirada en la pena o el desengaño, un inmortal soneto de Jorge Luis Borges, 1964. El tema es, otra vez, el desamor, la ruptura, la no correspondencia de la mujer amada… Borges no recurre a tópicos fáciles y previsibles, a sentimientos “inflados” o artificialmente almibarados[10], a pesar de que en su texto está la luna, los jardines, la guitarra, la soledad… Los sentimientos y las cosas son los mismos de hace miles de años, pues en esto radica la grandeza de la literatura, en arreglárselas[11] para decir lo de siempre de un modo único, en encontrar metáforas originales –pues misteriosamente estas resultan inagotables–.


   Parece ya muy borgiano el escueto[12] título, 1964, un año, una fecha que se marca como en una lápida... no se dicen nombres, pero aquella experiencia ha quedado estampada en el tiempo. El tono sobrio y hondo del poema, el ritmo lento y majestuoso que le imprime la cadencia del soneto, el lenguaje sencillo y controlado y los hallazgos[13] metafóricos (“[…]Ya no hay / una luna que no sea espejo del pasado / cristal de soledad, sol de agonías”) hacen de él una especie de escultura en palabras; otra vez, lo que parece trillado[14] y difícil de decir de un modo original es singular y artístico; espejo de algo único, de lo que vive un ser humano de modo intransferible, pero universal al mismo tiempo –allí se reflejan tantos corazones que han vivido algo semejante–. Borges logra el “éxtasis poético”, ese misterio llamado arte que queda grabado en la memoria… Los dejo pues con 1964 (se trata en realidad de dos sonetos sobre el mismo tema. El que ponemos aquí es el primero).              




1964

I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. 
Ya no compartirás la clara luna 
ni los lentos jardines. Ya no hay una 
luna que no sea espejo del pasado, 

cristal de soledad, sol de agonías. 
Adiós las mutuas manos y las sienes[15] 
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes 
la fiel memoria y los desiertos días. 

Nadie pierde (repites vanamente) 
sino lo que no tiene y no ha tenido 
nunca, pero no basta ser valiente 

para aprender el arte del olvido. 
Un símbolo, una rosa, te desgarra 
y te puede matar una guitarra[16].
Jorge Luis Borges
Del libro El otro, el mismo




[1] Abrumador, a: de abrumar. En este caso, que produce asombro, admiración (DLE); impresionante.
[2] Se trata de la Poética de Aristóteles (s. IV a. C.), obra fundacional de la teoría literaria y en muchos sentidos insuperable.
[3] Catarse: Aristóteles habla de la catarsis en la Poética; es la expurgación de las pasiones de la piedad y el temor en el público a través de la obra trágica. También se extiende el concepto a la purgación, canalización o “liberación” de los sentimientos, especialmente los dolorosos.
[4] En definitiva, “afinal de contas”.
[5] Construcción frecuente en español que significa “ninguém ignora”, “todos sabem”.
[6] De garra: lo que se rompe, se deshace. En este caso, en sentido metafórico: que causa gran pena o despierta mucha compasión (DLE).
[7] En lo más íntimo de su ser.
[8]Apreciadas, queridas, adorables, conmovedoras, profundas.
[9] De 14 sílabas.
[10] De almíbar, “calda” de las frutas en las que se las conserva (“melocotones / duraznos en almíbar, higos en almíbar, etc.), líquido dulce.
[11] Virar-se, lidar, conseguir. “El muchacho se las arregló para viajar con poco dinero”.
[12]Breve, conciso, sin excesos ni adornos.
[13] Achados. En el caso de la literatura, un hallazgo es una idea, una imagen, etc., muy bien lograda, oportuna, brillante, original…  
[14] Muy repetido, conocido, “trilhado”.
[15] Têmporas.
[16] Violão.

DIEZ LOCUCIONES CON EL VERBO IR