quarta-feira, 25 de abril de 2018

Pájaros y mitos (I). La pardela cenicienta


Por Virginia Elena 

Según se lee en el capítulo XII de la Odisea, Ulises, advertido por la maga Circe, tapa con cera los oídos de sus compañeros y manda que lo aten al palo mayor de su bajel para no sucumbir ante el fascinante canto de las sirenas. Sabido es que estas criaturas híbridas –mitad mujer, mitad pájaro–, a quienes Ovidio describe como aves de plumaje rojizo y rostro de virgen, entonaban cantos melodiosos con la pérfida intención de que los marineros estrellaran sus barcos contra los escollos. Con el tiempo, sus plumas se transformaron en escamas: a partir de la Edad Media la perversa mujer-pájaro se convirtió en la no menos perversa mujer-pez que aparece en la iconografía y los bestiarios medievales. La lengua inglesa –explican Borges y Guerrero en El libro de los seres imaginarios (1967)– cuenta con dos términos para referirse a estos seres fabulosos: siren, para designar a las sirenas tal como se las concebía en la Antigüedad, es decir, con torso de mujer y cuerpo de pájaro; y mermaid, para denotar a las sirenas con cuerpo de pez. En la misma obra se señala que su género es discutible: ¿se trata de ninfas? ¿Monstruos? ¿Demonios? Algunos autores las han relacionado con las arpías, con las musas, con los ángeles…


    La ornitología, por su parte, cree que en el origen del mito de las sirenas y su maravilloso canto se encuentra la amorosa llamada nocturna de la pardela cenicienta (Calonectris diomedea), un ave pelágica del Mediterráneo y el Atlántico, que nidifica en las rocas, cuevas y acantilados de islas e islotes, desde Portugal hasta el Mar Egeo. Se trata de un ave robusta, de unos 50 cm de largo, que al igual que la mayoría de las aves pelágicas puede pasar meses en alta mar. Al llegar la época de reproducción, emprende el vuelo hacia la costa, donde pone un único huevo. Es entonces cuando se puede oír su particular voz, la cual, como la de las sirenas, se propaga en la inmensidad de la noche entre abismos y arrecifes. Este longevo pájaro –puede vivir 30 años– vuela a ras del agua buscando su alimento (shearwater lo denominan los ingleses, en alusión a su característico vuelo); se nutre asimismo de desechos de pesca, por lo que suele revolotear alrededor de los barcos pesqueros.


    En el célebre cuadro Ulises y las sirenas (1891) del pintor prerrafaelita J. W. Waterhouse, estos seres mitológicos, representados con un rostro hermosísimo y un espeluznante cuerpo de ave de rapiña, sobrevuelan la cubierta del barco ante la mirada entre fascinada y aterrorizada de Ulises y sus compañeros.

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